miércoles, 11 de mayo de 2011

LOHTSE EXPEDIZIOA

LHOTSE EXPEDIZIOA 
JUANITO OIARZABAL PROJECTO 2 X 14 X 8000

Unos lo llaman aclimatación, otros sadomasoquismo (CB-CII del 27 al 30 de abril)

Después de la noche Toledana en el campo I, que os relatamos en la anterior crónica, tocaba volver a empezar, y más cuando tienes al lado un animal de las cumbres, un insistente taladro que te recuerda que hemos de subir, que hemos de instalar, que hemos de aclimatar, que hemos de portear, que hacemos tarde… esa es la idiosincracia del hiperactivo Juanito!

El miércoles 27 de abril, a las 4’30 h de la madrugada estamos desayunando en la tienda comedor, un té, un café con leche (preparado en termo la noche anterior) y algún atrevido  unas galletas príncipe, es lo que da de sí la hora. A las cinco de la madrugada empezamos nuestro deambular. Primero son 15 minutos para calentar el organismo, antes de ponernos los crampones en el glaciar. Ya conocemos el Solo Khumbu de veces anteriores, vamos ostensiblemente más rápidos, las escaleras que nos protegen del fondo de las grietas nos son más propicias.

Contamos con dos sherpas de altura para cinco expedicionarios, para facilitar la tarea de largos porteos que conlleva la equipación de la ruta de una montaña como el Lhotse. Ellos son Norbuck y Lakpa. Hasta ahora no han tenido mucho trabajo; resfriados inoportunos y toses generalizadas  daban al trasto con el traslado de parte del material. Ellos parten delante nuestro para realizar un porteo al campo II y bajarse a dormir el mismo día al campo base.

La primera sorpresa la encontramos al llegar al Campo I. Nuestros sherpas porteaban con menos carga para coger material de ese campo hacia el Campo II. Curiosamente, siempre surge un mal entendido, y así es, parte del material lo acabamos porteando nosotros. Con las mochilas aumentadas de talla y peso, nos enfrentamos a la segunda y temida etapa de la jornada, el valle del silencio.  A penas representan 400 m de desnivel, pero tienen trampa. Es un valle con una disposición geográfica muy particular, hendido entre los contrafuertes del Nupse y Everest, siendo interrumpido drásticamente al fondo por la inmensa pared del Lhotse.  A pleno sol, con la reverberación de la nieve hacen de su transitar un suplicio, una inmensa y longitudinal planicie que gana lentamente metro a metro, donde la  pelea está en no deshidratarse en el intento por llegar a alguna parte sorteando grietas. El consejo es llevar para ese trayecto ropa clara, para reflejar mejor los rayos asfixiantes del astro rey. Aun así, nueve insoportables horas de trayecto (con filmación incluida) nos llevan finalmente al Campo II, donde nuestros porteadores han dejado un depósito de material.    
Con el ánimo que nos caracteriza, después de la espartana jornada, acalorados, nos disponemos a buscar un emplazamiento para la tienda de campaña. Tiramos los últimos cartuchos paleando nieve para hacer una plataforma lo más confortable posible.  Una vez estamos instalados, empezamos a fundir nieve para hidratarnos. Es un pequeño placer estar estirado a pierna suelta encima de los sacos, mientras murmuramos sobre los caprichos del trayecto.

El jueves 28, lo dedicamos a descansar. La ratonera del valle del silencio, hace que a pleno sol haya temperaturas escandalosas (34ºC), pero cuando este se retira, el frio corresponde a los 6.428 m de la latitud. Estas oscilaciones térmicas, juegan malas pasadas a nuestro organismo, que no sabe a qué atenerse.  A media mañana hemos de poner los sacos de dormir cubriendo la tienda para protegernos de la calima insoportable. Si fuera de la tienda se está mal, dentro peor. Ordenamos el material lo mejor posible y nos dedicamos a contarnos batallitas anteriores y futuros anhelos.

El viernes 29 ya va en serio, hacemos lo que los alpinistas calificamos como una punta de altura. Intentamos subir lo más alto posible para que el organismo se aclimate a ese medio que nos es hostil, y recuerde (un acto que algunos calificarían de sadomasoquismo) esa altura conseguida y las curiosas condiciones con déficit de oxigeno para la próxima vez.  Por cierto, no olvidemos que el caprichoso valle del silencio sigue delante nuestro. Pues efectivamente, si antes de ayer fue deshidratación, la jornada de hoy es prima hermana: insolación! Volvemos a ganar metro a metro hasta la pared del Lhotse,  es un trayecto cansino, poco vistoso alpinisticamente, pero de obligatorio tránsito. Lolo y Juanito consiguen llegar mediante las cuerdas fijas hasta los 7000 m, cerca del campo III. Juanjo tiene un gran problema con sus botas de altura La Sportiva, curiosidades de la adaptación, sus maléolos son maltratados hasta la saciedad una y otra vez por las caprichosas botas.  Está buscando otras botas por el campo base…

El sábado 30 de abril, en tres ligeras horas, Juanito, Lolo y Juanjo se plantan en el campo base, persiguiendo la añorada calidez de un hogar pasajero pero acogedor.

Juanito Oiarzabal, Lolo Gonzalez  y  Juanjo Garra

martes, 10 de mayo de 2011

ALEA JACTA EST. LA SUERTE ESTA ECHADA

JUANITO OIARZABAL PROYECTO 2 X 14 X 8000

Hemos cumplido con  los planes previstos. La aclimatación a pesar de los percances vividos en primera persona por todos y cada uno de nosotros, ya está completada. Más de 7.000 m positivos de desnivel acumulado, han acompañado nuestros días de trasiego hacia los campos de altura del Lhotse. 
El segundo ciclo de adaptación a este medio nuevo y diferente para nuestro organismo, ha tenido como culminación la llegada al campo III, a 7.100 m de altura. A A las 4 h de la madrugada del jueves 5 de mayo tiene como escenario nuestro inicio de la parte final de la aclimatación. Somos conscientes que el ritmo es más vivo, que no es tan cansino progresar por la cascada de hielo del Solo Khumbu. Tenemos visualizado mentalmente parte del recorrido, es como ir saludando todos y cada uno de los rutilantes seracs suspendidos en el vacío. Con sorpresa, en la parte alta del glaciar comprobamos, como un alud del hombro del Lho La, ha dejado caer parte de piedras y bloques de nieve destrozando un paso anterior, compuesto por un tramo de cuatro escaleras unidas  prodigiosamente, que levitaban sobre una gran grieta. Ahora el recorrido es más caótico si cabe.

A plena luz, dejamos atrás el campo I y afrontamos de nuevo el fatídico trayecto del valle del silencio. Esta vez, con más ánimo y decisión, bien escarmentados por la deshidratación anterior, hacemos el recorrido como quien ha visto las orejas al lobo. Llegados al campo II, no teniendo otra cosa mejor que hacer, nos dedicamos a ejecutar un trabajo de artesanía, intentar despegar la tienda del hielo (sin romperla) para dejarla en mejores condiciones. Una vez desplantada la tienda, nos dedicamos a palear nieve para dejar la superficie lo menos irregular posible, para que nuestras lumbares no se quejen en demasía. Al día siguiente descansamos, mientras van llegando nuestros compañeros de expedición, por un lado Carlos Pauner y su afable escudero Javier Pérez, y por otra parte el incombustible Carlos Soria y su inseparable sherpa, Muktu. Cada uno lleva su ritmo de aclimatación, pero los caminos se estrechan y cada vez el embudo de la cima hace que las coincidencias en altura sean mayores.

Los hay, que  apuestan por la ley del mínimo esfuerzo/máximo rendimiento; el menor tiempo en altura, con el menor desgaste para el organismo y cuando convenga dar el máximo esfuerzo en el momento determinado para alcanzar la cima. Otros apuestan  por teorías más clásicas, subiendo y bajando de los campos de altura para conseguir un mayor hematocrito, un entrenamiento progresivo y facilitar de  memoria reciente al organismo delante de la idiosincrasia que comporta  la altura.
El campo III nos espera. El sábado 7 de mayo volvemos a madrugar. Conseguimos llegar al extremo final del valle del silencio, donde una casi infranqueable rimaya, representa el inicio de la pared del Lhotse. El itinerario está asegurado por cuerdas fijas, las expediciones comerciales que llevan clientes al Everest se han encargado de ese proceso. Hace frio y filmamos en los diversos largos de la pared vertical. La mayoría del recorrido está compuesto de nieve dura y en pequeños tramos de un vivo hielo azul, que hace trabajar a nuestros crampones.  
Entre cinco miembros de la expedición, compartimos dos sherpas de altura, Norbuk y Lakpa. El campo III, se puede situar a dos alturas diferentes; para facilitar un mayor acceso al campo IV o bien para que no sea tan cansino el trayecto desde el campo II. Pues bien, al llegar a la disposición del primer campo, descubrimos que Norbuk y Lakpa, estaban instalando las tiendas en el lugar que no habíamos convenido. Juanito empieza a jurar en arameo, a gesticular, a gritar atropelladamente. No hay tu tía,  por la hora que era y por el arduo y penoso trabajo realizado de excavación en la pendiente, nos quedábamos ahí!

Antes de meternos en la tienda, descubrimos que la superficie no es apta ni para el faquir más aguerrido. ¿Porque siempre nos tocará a nosotros? Desmonta la tienda, aguántala con esmero y precaución no se vaya por la vertiginosa pendiente del Lhotse, palea nieve, haz un corte más profundo en la ladera… En fin, si no nos sobraban energías, las regalamos con el montaje de la tienda.

¿Os acordáis de aquella noche pasada en el campo I? ¡Pues nada que ver con la kafkiana situación que nos esperaba en el campo III !. Sabíamos que la predicción anunciaba rachas de viento en altura. ¡Pero que noche aquella, nuestra Mountain Hard Wear aguantó como una jabata! En pocas horas,  un lateral  fue acumulando una pesada nieve desde el exterior, perdiendo espacio en el interior y aprisionando al pobre Juanjo, apresado como en la esquina de un ring. Pasamos el resto de la madrugada, los tres sentados y apoyados en ese lateral, con el objeto de que la fuerza del vendaval no rompiese las varillas de la tienda. A las 6 de la madrugada Lolo y Juanito, armados de valor y mucha moral, salen a sujetar la virulenta situación con nuevos cordinos y estacas. Muchas de las tiendas que hay a nuestro alrededor, han sucumbido a las rachas de 100 km por hora. La retirada del campo III fue a las 7 de la mañana, con un frio que calaba aceleradamente, una serie de cruentos rápeles, con rachas de viento que nos  intentaban separar de la realidad, con unas  secciones de cuerda  que obligaban a cambiar cada vez el ocho (rapelador) sin guantes gruesos y nos hacían recordar parajes más halagüeños.

Alea Jacta Est. La suerte esta echada. Estamos a la espera. Unos más nerviosos que otros. Juanito es el más desesperado, tiene ganas, como dice él de:- ¡Dar el pegue!. Detrás de este hombre duro, a veces rudo, extrovertido, hiperactivo, está el otro Juanito, al que le gusta oír decir a sus hijos Mikel y Sangita, por teléfono vía satélite a 7.000 m, que le echan de menos. Tiene ganas de acabar con el Lhotse. Después le espera el Nanga Parbat, en Junio y tiene la necesidad vital de pasar unos días compartiendo la cotidianidad con su familia, pero que a la vez con el rabillo del ojo está pensando en el cargo aéreo de Pakistán, los problemas con el visado… 

Juanito Oiarzabal, Lolo Gonzalez  y  Juanjo Garra
9 de mayo de 2011

lunes, 9 de mayo de 2011

LHOTSE EXPEDIZIOA

JUANITO OIARZABAL PROYECTO 2 X 14 X 8000


Los entresijos de la vida: Entre el juzgar y el prejuzgar.
El Staff, que nos ayuda a hacer del campo base un espacio más acogedor, está conformado por  un cocinero y dos kichen boys. Passang es nuestro atento cocinero, Senge es el simpático ayudante que está omnipresente  en todas partes y que habla un poco de inglés.
El tercer personaje, no es dado a  estar en contacto con nosotros. Hemos de confesar que hasta ayer no conocíamos su nombre. Lo apodábamos cariñosamente como el aguador, todo el día se lo pasa con una gran garrafa a la espalda, yendo y viniendo, glaciar arriba, glaciar abajo buscando lugares donde extraer un poco de agua o nieve y llevarla a la cocina para su transformación.
De complexión delgada, fibroso y estatura poco generosa. Piel curtida por el sol y por las sorpresas de la vida. Atiende con excesivo respeto, cuando le diriges la palabra mira a través de ti o hacia el suelo. Pocas veces habíamos oído su voz.
Ayer en la cena, en ese trasiego de platos de la cocina a la tienda comedor, apareció nuestro personaje. Con su gorra marrón de lana vuelta hasta las cejas y su anorak marcadamente trabajado por los continuos acarreos.  Siempre las manos cruzadas a la espalda. Le pedimos a Senge que nos tradujera la conversación, se llama Lakpa. Lleva ya 55 años de trasiego por esta vida. Que injusto y cruel es prejuzgar, que fácil es etiquetar y que sonrojante es conocer otra historia sorprendente.
Nuestro sencillo y silencioso aguador, ahora llamado Lakpa, resulta que a lo largo de su vida había ejercido como sherpa de altura. Eso no es todo, con voz temerosa y su mirada perdida, nos confiesa que había subido a la cumbre del Everest, Lhotse y Makalu. Ni tan siquiera recuerda los años en que lo hizo.
Para nosotros, Lakpa ha estado en la cumbre de tres grandes colosos. Él no le da más importancia, sigue trabajando, ahora en el  escalafón menos privilegiado del Staff, para mantener a los suyos. Ha estado en la cúspide, ha tenido prestigio, fama y una digna posición en su momento en el mundo de las expediciones.
Recordémos una vez más,  que el éxito es efímero, la fama pasajera y la vida, tarde o temprano, nos pone a cada uno en su lugar. La dignidad de nuestro aguador, su sencillez, nos dan una verdadera lección de vida. Detrás de cada persona, seguramente hay una historia apasionante, seamos capaces de descubrirla, y de no prejuzgarla gratuitamente.

Juanito Oiarzabal, Lolo Gonzalez  y Juanjo Garra